martes, 15 de junio de 2010

Cuba Libre



Me llamo Fabián David Cuba, algunos me dicen Fidel, Cubano, Cubeta o simplemente Cuba; aunque prefiero que me llamen por mi nombre. Tengo 28 años y en cierto modo vivo en un foco al que intento resquebrajar, todos los días un poco, asomándome al exterior de a poquito hasta poder llegar a salir del todo, o hasta que se queme el foco y explote….. Estoy preso hace 6 años y 9 meses, cumplo una condena de 18 años por homicidio en ocasión de robo. A pesar de no haber matado a nadie fui un partícipe necesario, que aguantó la paliza de su vida y calló, y al no haber comprobación de distintos actos en la causa, me tocó semejante condena.
Entiendo bien que no todos me creerán, ni querrán, mas después de lo que acabo de contar, creo que con eso corres a cualquier mujer, o amistad que podría hacer en otra situación, pero bueno soy un preso que intenta decir simplemente la verdad……….
Con respecto a lo del foco es así, a uno lo meten acá adentro y manejate, física y psicológicamente por si solo no hay una especie de tratamiento para los que caen; he visto gente ahorcarse, cortarse, prenderse fuego, tragarse cosas…., gente a la que no le aguanto el corazón ni la cabeza.
No es por querer “contármela”, pero por ser la primera vez que estoy preso he sabido sobrellevar la situación y he tenido la fuerza interior necesaria como para salir de esa tristeza insoportable. Esa tristeza que es como la que sentís cuando perdés a un ser querido y te la pasas llorando, pero esto es una cárcel y no da para mostrar debilidad. No me quedaba otra que a la noche cuando todos dormían, en esta celda de 3 x 5, donde en ese momento éramos seis personas, hacerlo bajito, para que nadie me escuchara.
Mi malestar no era tanto por mí, sino por el mal que había causado a mi familia, nunca había visto llorar a mi viejo hasta ese entonces. Sentía que todo se caía, todo estaba oscuro y no había nada para hacer. La mente divaga mucho, empecé a dibujar con lápiz cosas sueltas en un cuaderno, cosas que iban acompañando mis vivencias. Al tiempo uno de los pocos amigos que hice acá vio un dibujo mío, y me pidió que lo tatuara, me anime y se lo hice. Zafó bastante, y al ver los demás los tatuajes que no eran “tumberos” y con color, todos querían uno, y me había entusiasmado con eso. Me gustaba ver algo bien terminado o por lo menos distinto a lo que ya tenían. Después de agarrar un poco de experiencia me tatué a mí mismo, medio exagerado pero nada visible, a diferencia de los demás fue como una anestesia para mi dolor interior.
Después de casi un año y medio que andaba bastante asentado, habían puesto un taller de yeso, hacíamos ceniceros, alcancías y muchos adornos. Los pintaba con témpera y le metía color, también hacia veladores con palitos de helado, barcos de madera, marcos hechos con canutos de papeles de revistas.
Cerca de los dos años de encierro llegó el juicio, y fue como revivir todo otra vez, con la diferencia que te bajan el martillo, y mi familia que es una familia normal, trabajadora, no estaba acostumbrada a estos sistemas, creo que ellos son los que menos se merecieron esto, y eso era lo que me estaba matando por dentro, pero bueno desde que caí le he puesto el pecho a todo, siempre disimulando lo que me pasaba en mi interior, y una vez condenado he analizado que la mejor forma de remediar todo el daño causado, es intentar ser una mejor persona en todo sentido, y esto es algo que me he puesto firme en hacer y voy bastante bien a pesar de todo. Ya condenado me trasladaron a la UP nº 2 de Gualeguaychú, de máxima seguridad, aunque está mal dicho, porque lo que menos tiene el preso ahí dentro es seguridad. Pero bueno pese a su rigidez, había muchos beneficios, hice la secundaria, lo básico en PC, trabaje en cocina, hice cursos de carpintería, mimbrería. Una vez nos dieron unas sabanas que eran como un lienzo, medio grueso y áspero, un viejo que se había ido en libertad y dejó témperas, se me ocurrió clavar la tela en un marco y pintar un dibujo. No tenía idea de lo que era un bastidor y mucho menos la técnica acuarelable, pero yo le mandaba agua a la tempera para que corra ahí mi pincel, me gusto la sensación de transformar lo blanco de la tela, en alguna imagen que me gustará. Antes que lleguen los corsos todos en las ventanas de sus celdas ponían una bandera con el nombre de su ciudad o provincia, con otro pibe hicimos una bien grande que decía “Concepción”, con letras tipo grafiti callejero, estaba buena, y llamaba la atención a los turistas que iban a ver las carrozas, bah de por si los “indios” éramos una atracción en las ventanas de semejante castillo.

Al tiempo había rescatado dos o tres pinturas acrílicas y le mande pincel a la tela, me gustaba, mataba las horas, tenia eso de lo blanco al color, copiaba dibujos que no quedaban igual pero quedaban bien y me colgaba mirándolos porque no creía que lo había hecho yo, hasta hoy me pasa eso. Pero no pintaba siempre, era un penal muy problemático, muchos apuñalados, muchos embrollos, muchas requisas, por lo que lo hacía cada tanto en tiempos de paz y si tenía pinturas.
Una vez apareció María Eugenia, una mujer tan valiente que siempre apoyo a los presos y que algunos giles por “berretines flacos” no supieron cuidar. Ella es la psicóloga del juzgado, creo que con el cargo que tiene no necesitaba ir a visitarnos, ella se metía en el pabellón, en el patio o en algunas celdas a compartir unos mates, conversar y seguramente que era su forma de psicoanalizarnos, porque nos escuchaba a la vez las pavadas que decíamos. Para mi es una mujer apreciable de las que hay pocas en estos tiempos del “sálvese quien pueda”. Le mostré una vez un cuadrito que había hecho y como a los tres días apareció con una caja llena de pinturas acrílicas, pinceles, madera terciada y un librito de arte naif, y yo como un chico con juguete nuevo empecé a pintar de lleno. Justo en esos días conocí a un viejo que me enseño a hacer bastidores, todo se relacionó y me impulsó a que la pintura sea mi mayor pasatiempo. Primero empecé regalando a mis familiares, luego comencé a vender, hasta el cura me compró.
Después de tres años y medio volví para mi ciudad, fue como empezar de nuevo, ya que a los talleres no se llegaba tan fácil, la madera es difícil conseguirla y la policía siempre pone trabas, pero es parte de estar acá, todo cuesta pero ahí vamos. Durante el 2008 insistí para estudiar algo relacionado con la pintura, técnicas o algo que pudiera aprender ya que nadie me enseño a dibujar ni a pintar. En 2009 el juez me dio la autorización y la asistente me consiguió para ir al instituto privado “Dra. Carolina Tobar García”, a cursar la materia “Materiales experimentales”. He aprendido bastante, más que nada sobre cómo trabajar con distintos materiales, como témperas, acuarelas, tiza pastel, óleo y he leído libros muy interesantes de los que saqué mucha información, pero lo que más me llevo de todo esto es el cambio repentino que aguante psicológicamente de dos mundos muy diferentes, salir del foco como dije al principio a estar con cierta parte de la sociedad, después de seis años, es algo difícil de entender para cualquier persona que nunca ha estado encerrada. Al principio fue como si nada, manteniendo como adormecidas mis sensaciones, no estaba nervioso ni tenía miedo, si supuestamente el malo era yo, lo único en que pensaba era: “Bueno voy, si me pasan cabida ni hablar y sino también, hago la mía y fue”. Pero no, me encontré con un aula llena de mujeres que hablaban hasta por los codos y como la profesora todos tenia buena onda, se conocían todos, estaba todo bien. El tema fue después cuando me metí en la caja oscura de la camioneta que me traía de vuelta, fue como que quedé bloqueado hasta que entré, una vez solo en mi celda pensaba y me preguntaba que estaba haciendo ahí, no sé, eran muchas cosas que me pasaban por la cabeza, como la captación de imágenes nuevas, el tiempo que no paró, el buen trato que recibí y las muchas ganas que me dieron de estar afuera. A su vez estas ganas me hacían enojar conmigo mismo por estar acá, hasta por momentos, a pesar que me gustaba mucho ir, no quería hacerlo, todo era algo incomprensible, pero en el fondo sabía que lo que estaba haciendo estaba bien. Estuve así casi dos meses, hasta que me acostumbré.


Me doy cuenta que todo este tiempo que hace que estoy acá, siempre busque salir de mis malestares con la pintura, alguna que otra artesanía a colores, tatuajes y estos últimos tres años la pintura acrílica en tela. Es una sensación de libertad, veo una imagen que me gusta y la hago, no tengo que pedir permiso, solo que a veces me castigo los ojos de las horas que me paso delante de la tela para que quede como me gusta. Así es como voy pasando mi condena, siempre intentando hacer algo productivo, dentro de todo el 2009 ha sido un buen año, he salido a la calle y he conocido gente linda a la cual agradezco su buena reacción y su apoyo hacia a mí.
En diciembre se acabaron las clases lamentablemente, pero luego de un verano de insistir, gané el beneficio de salir al mismo instituto, con el mismo grupo de compañeros, cinco horas semanales, a cursar la materia taller de fundamentos y producciones visuales (esculturas), algo completamente nuevo para mí.
Y esto es así, si sigo manteniendo mi conducta me restarían dos años para empezar a salir, y si me dan una rebaja de pena saldría antes. Por ahora hago y pienso seguir haciendo las cosas bien, siempre pensando en la libertad, en el momento en que llegue ese gran día, que espero tanto y para el que falta poco, pero falta. Estoy juntando muchas herramientas para defenderme laboralmente en el futuro y por último quiero que sepa cualquier persona que lea esto, que si hay algo que me he propuesto en esta vida es intentar no fallarle más a la gente, a mi familia y a mí mismo.
“Cuba libre”