sábado, 2 de febrero de 2013

Guiso bien caliente y un pan



Daba vueltas por su habitación, eran las dos de la mañana y había estado largo rato en la cama sin poder dormir. En cierto momento consiguió hacerlo, pero despertó sobresaltado unos minutos después. Cuando la cabeza da vueltas el mundo da vueltas. Había sido un día largo, más aún de lo que habitualmente suelen ser. Las mañanas y las tardes jamás difieren mucho las unas de las otras, se despierta, se desayuna y se trabaja. No suele detenerse en consideraciones sobre las que podrían entenderse como las ocupaciones básicas de todas las personas, es el otro mundo el que lo desvela, todo lo que hay para observar, enterarse, estudiar y dilucidar. Cuando volvía del taller de pintura pasó por su casa, de camino iba pensado que ya no lo llenaba como antes, tenía la urgencia de aprender sobre el fondo y los límites del arte, llevar su expresión a otro nivel, pero la vida y la sociedad decían que en éste momento, eso era lo que él iba a tener. No tardo mucho en cambiar de actitud, al mal tiempo, buena cara. Siempre era buenos el tiempo afuera, las actividades, el movimiento. En la casa junta la ropa de trabajo, pega una ojeada a internet, pone algo de comida en un taper y sale volando hacia el penal antes de que se hagan las 22:00. Salió a fondo en la bici, preparando la paciencia para el sarcasmo y las amenazas de suspensión de lo que ellos llaman beneficios por la tardanza. Eran las 22:04, y siempre el tiempo estaba ahí asesinando, comprimiéndose ante la libertad, estirándose eternamente en las horas de tedio. En la calle hacía muchísimo frío, encaró por la calle Almafuerte y después por la 25 de Agosto a toda velocidad, pasando autos y sin detenerse para no ceder al cansancio o al frío demencial.
Llegando a la plaza Columna cruzó una señora con dos chicos. Iban los tres en bicicletas precarias y llevaban varias bolsas. Una de ellas se había roto y los nenes estaban juntando su contenido mientras tres autos esperaban detrás para pasar. Cruzó a toda velocidad junto a la escena, pero su olfato, inequívoco a la hora de captar que algo anda mal, enseguida dedujo que estaban buscando un lugar donde dormir. Los habrían echado o estarían escapando de algo. Había pasado dos cuadras y pensaba en la secuencia, en lo mierda que puede ser un mundo en el que una señora con sus hijos no tenga más opciones que andar deambulando a la intemperie una noche helada como ésta. Él ha hecho cosas malas, y las está pagando, y si bien una celda no es un lugar de lo más hospitalario o cálido, para uno que ya sabe y se las arregla, es un techo al fin.
Ya habían pasado tres cuadras, era tarde, y a pesar del quilombo que se veía venir clavó los frenos, se volvió y buscó a la señora, que venía luchando para que sus bolsas no se cayeran. No quiero ofender dijo pero... ¿quiere?. Es guiso bien caliente, y un pan. ¡Bueno... si! dijo la señora. El respondió mientras se subía a la bicicleta no es mucho pero zafa. Ellá le dió las gracias con una sonrisa y lo saludó con la mano mientras se alejaba. Mientras pedaleaba a toda velocidad sintió un nudo en la garganta, una sensación tan terrible de felicidad que le dieron ganas de llorar. La que me parió, ¿Qué me pasa? Se decía riendo, sorprendido gratamente de conservar siempre la humanidad encendida más allá de todos los años, todas las vivencias, todas las visiones. Puteaba y se reía, queriendo sacarse el bienestar y las lágrimas a medida que apuraba el tranco para las últimas dos cuadras. Una vez que pasó la espera, la requisa y el boludeo de los guardias, estando en la pieza se dio cuenta que se sentía conforme con como procedió en el pequeño acontecimiento. Una persona es discriminada y apartada por gran parte de la sociedad dándole lo único que tenía para comer a una familia, perteneciente a la sociedad, pero ignorada por el sistema. Pero no por todos.


Fabián Cuba  

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